La línea que separa Gerona de Salt es casi imperceptible. Esta pequeña localidad de apenas 30.000 habitantes se ha convertido en el lugar de experimentación extrema del fenómeno de la inmigración en España. Conviven dos generaciones de emigrantes: los que llegaron desde Andalucía y Extremadura en los años sesenta y los que han aterrizado en la última década, principalmente procedentes de Marruecos. En Salt, por cada tres nacionales hay un marroquí pero también latinoamericanos, rumanos o subsaharianos. Todos ellos, los de fuera y los de dentro, comparten los mismos problemas de desempleo, falta de ayudas sociales o inseguridad ciudadana.La situación en Salt es crítica y cada vez que se produce un incidente que de algún modo enfrenta a las dos comunidades (nacionales /foráneos) la convivencia se resquebraja y se tambalean los frágiles cimientos sobre los que se ha construido este laboratorio multicultural. La muerte de Oscar Cruz Bernal, de 22 años, el pasado 14 de marzo fue un nuevo chispazo que detonó un nuevo estallido en Salt por parte de los vecinos que se quejan de la inseguridad en el centro del pueblo: “son tres calles aquí en el centro pero no hay quien pase por aquí a partir de las seis de la tarde”, cuenta Juan, un vecino de Salt, nacido en Málaga que lleva treinta años en el municipio. La misma visión apocalíptica de un paseo nocturno por la localidad tienen los amigos del joven asesinado: “mi colega el Oscar salió de fiesta como cualquier día y le mataron como a un perro en la calle. Lo que queremos es que no vuelva a ocurrir, que podamos estar tranquilos en nuestro pueblo como hemos vivido siempre”, relata Manuel, uno de los amigos del chaval. Su presunto agresor, un joven colombiano también vecino de Salt, está detenido. Al parecer le agredió con una herramienta; no está claro quién inició la disputa. Salt es una olla a presión que está siempre a punto de estallar. Es uno de los pueblos de España donde hay una mayor densidad de población inmigrante. El último censo habla de un 43% pero con las personas que no tienen su situación regularizada son muchos más. Los incidentes son cada vez más frecuentes. En los últimos tiempos, la crisis ha agravado los delitos y por tanto la seguridad ciudadana. En enero el fallecido fue Redas, un menor marroquí de 16 años, al que la policía perseguía por haber robado una moto: “trató de huir de la policía, dejó la moto y llamó a un timbre para refugiarse pero no le abrieron, así que subió al tejado. Tuvo tan mala suerte que se resbaló. La culpa fue de la policía”. Son los relatos de los jóvenes inmigrantes, desocupados, sin trabajo, sin estudios, sin nada que hacer que vaguean en las calles del pueblo: “si no robas no fumas. Hay que hacerlo para vivir. La cosa está muy mal. Aquí se roba de todo: motos, carteras, perfumes… Las casas son más difíciles. Si te pillan es peor”, explica uno de los chicos que reconoce que él y sus amigos acumulan detenciones: “la policía ya nos conoce pero no pueden hacer nada. Los que somos menores tenemos suerte”.
FUENTE: ALERTA DIGITAL
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